Menu

E T A Hoffman Libros

Los Dobles

A punto de entrar a su habitación, se dio vuelta una vez más, su mirada recayó sobre Deodatus y, con el picaporte en la mano, ¡se quedó como petrificado! Sus lúgubres ojos irradiaban un fuego salvaje, al tiempo que una palidez cadavérica recubría su convulsivo y trémulo rostro. Unánimemente reconocido por la historia de la