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Resumen del Libro

Victoria Arza se dejó caer en una butaca de la salita suspirando. ¡Se sentía tan cansada! «Mi cansancio —pensó—, es más físico que espiritual. ¿O será todo lo contrario?». Curvó los labios en una sonrisa. Era, aquella sonrisa, como una mueca indefinible, tal vez desazonadora. —¿Puedo pasar? —preguntó una voz desde la puerta. Victoria se hallaba de espaldas a ella y dio la vuelta en la butaca. Su sonrisa se hizo cordial, quizá forzada, pero en el fondo alentadora. —Pasa, Salomé. No te esperaba ahora. —Fui a llevar a los niños al colegio y al pasar por aquí me dije: «Subiré a ver a mi hermana». Te vendes tan cara, hija. —Mis ocupaciones…


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