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Resumen del Libro

METAVIDA EDGAR Edgar se despertó en la isla. Teniendo en cuenta que él lo que quería era entrar en la casa, encontrarse allí, en la arena, muerto de sed y molido, en vez de provocarle temor le hizo pensar simplemente que se habían equivocado de programa. Sentía todos sus huesos. Se sentía capaz de contarlos. Respiró durante un eterno minuto hasta que se sintió preparado para levantarse, y cuando al fin lo hizo, las piernas no lo sostuvieron y cayó de cara. Pudo poner las manos en el último momento, pero aún se le llenó la boca de arena. Lo último que recordaba era que aquellos dos tipos tan extraños, vestidos de negro, con toda la pinta de ser una versión agresiva de los Men in black, estaban a punto de darle una paliza. Luego ya no recordaba nada. Pero debían habérsela dado, y una buena, a juzgar por cómo se sentía. Y era un poco extraño que le dieran una paliza a un concursante. Y aún había algo más. Sonia. No estaba con él. La había oído gritar, ahora lo recordaba. No le hagáis nada, cabrones. La voz de Sonia, momentos antes de que él perdiera el conocimiento. Oh, sí. Ahora recordaba la paliza. Pero… no le había dolido, ¿verdad? Ahora sí que dolía, pero no mientras. Te drogaron. Seguro. Había tenido que ser así. Probablemente el plan inicial de aquellos tipos era drogarlo y dejarlo en la isla (no sabes si esto es una isla), y la paliza había sido una propina para disfrute del personal de negro. ¿Y Sonia? ¿También la habían drogado? Sonia está muerta. —Mentira. Lo dijo para sí mismo. No gritó, no montó una escena ni nada por el estilo, porque estaba más solo que la una, y no tenía fuerzas para hacerlo. La vocecilla que había dicho aquello era su lado pesimista, el demonio en el hombro izquierdo, la voz de su conciencia. Pero Sonia no debía estar más muerta que él. Al parecer tenían un propósito para ambos. Quizá anduviera en otra parte de la isla. Y dale. ¿Cómo sabes que es una isla? —Lo es. Estaba…


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