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Resumen del Libro
Hemos definido e identificado las lenguas usko-mediterráneas. Las lenguas vivas actuales pertenecientes al grupo son el vasco, las caucásicas (checheno, armenio, georgiano, etc) y el bereber, muy modificado por la influencia árabe. Existen, además, lenguas muertas del mismo grupo: el etrusco, el ibérico-tartésico, el guanche, el lineal A cretense, el egipcio antiguo-jeroglífico, y otras de Oriente Próximo (hitita, eblita, elamita y sumerio). El idioma etrusco, como su cultura, fue base del latín y la cultura romana. Las palabras presuntamente de origen latino que se encuentran en vasco-euskera no son préstamos del latín, sino que este último los tomó de las lenguas usko-mediterráneas (euskera, etrusco). Hoy día, John T. Koch está traduciendo con una metodología muy similar a la nuestra desde el signario íbero-tartésico a las lenguas llamadas celtas-británicas: irlandés, galés, escocés y de Bretaña francesa. Es decir, trata al tartésico como una lengua céltica más. A nuestro juicio comete errores evidentes al tomar la transliteración reciente y artificiosa del tartésico de Correa y Rodríguez Ramos, desdeñando la primitiva de Gómez Moreno y Tovar, obtenida con mucho menos prejuicios. Aceptando que las lenguas celtas provienen del ibérico-tartésico, el probable origen de todas estas lenguas es Iberia, que, además, ha tenido una entrada genética y cultural adicional (probablemente importante) de gentes saharianas, cuando se establecieron las condiciones hiperáridas en el desierto hace unos cinco mil de años y posiblemente antes. Arnáiz-Villena se pregunta si los verdaderos Celtas (atlánticos) son en realidad Íberos, tanto en términos genéticos, como lingüísticos.