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Resumen del Libro

Una de las cuestiones a las que responde la Bioquímica es a algo que siempre estuvo presente en las mentes inquisitivas: De qué estamos hechos, o más generalmente, De qué están hechos los seres vivos. Durante mucho tiempo, y siguiendo al filósofo Empédocles de Agrigento (siglo VI a.J.C.) se creyó que la materia viviente era una mezcla proporcionada de los cuatro elementos Agua, Aire, Fuego y Tierra. El gran médico Galeno de Pérgamo (s. II d.J.C.) propuso que estos elementos se materializaban en el ser humano en los cuatro humores: Flema, Bilis, Sangre y Bilis Negra (o Melancolía), respectivamente. El predominio natural de uno de ellos daba lugar a los temperamentos: Flemático (frío y húmedo), Colérico o Bilioso (cálido y seco), Sanguíneo (cálido y húmedo) y Melancólico (frío y seco). La enfermedad surgía del predominio o carencia de algunos de ellos (discrasia), y las enfermedades afectaban de distinta manera según los temperamentos. Por ejemplo, en 1348 la Facultad de Medicina de la Sorbona intentó dar una explicación científica a la Gran Peste Negra que azotaba por entonces Europa. La peste bubónica, según la Facultad, estaría producida por materia corrompida (miasmas) transportada por el viento sur y que afectaría particularmente a temperamentos cálidos y húmedos (esto es, Sanguíneos), por ello, entre otras cosas, y a modo de prevención de la enfermedad, la Facultad prohibía los baños calientes, los alimentos cocidos y las relaciones sexuales, factores todos ellos que predisponían a contraer la peste por su naturaleza cálida y húmeda. De una u otra forma, este pensamiento persistió hasta la era científica, a partir del siglo XVII. Sin embargo, muchos de los términos ligados a los humores siguen estando presentes en el lenguaje habitual. Así, seguimos hablando de momentos melancólicos, de tipos coléricos, de actitudes flemáticas, etc. Ya a partir de Paracelso, en el siglo XVI, se buscaron otras …


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