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Historia, Memoria Y Ficción


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Resumen del Libro

Consignar los hechos por escrito abrió una brecha en el pensamiento humano: permitió la posibilidad de contrastar la información registrada con los sucesos cotidianos, distinción que se hizo sumamente necesaria y útil con el surgimiento del Estado. Reyes y generales victoriosos quisieron dejar testimonio de sus vidas equiparando sus acciones heroicas con las de los dioses. No es extraño que hayan sido considerados como tales por sus vasallos, tampoco que cada cambio de dinastía significase reconstruir la historia registrada por los predecesores y destruir lo que hoy calificaríamos como testimonios del pasado. Cuando se divulgó la escritura, y especialmente desde la invención de la imprenta, se universalizó la posibilidad de que individuos y comunidades pudiesen escribir su historia. Pero, ¿es verdaderamente posible dar cuenta del pasado? Desde el principio los historiadores se encontraron frente a una tarea muy difícil. Y no nos referimos solo a la confiabilidad del documento o a la veracidad del texto del que se valen. Hijos de su tiempo, los historiadores están sujetos a las circunstancias de su formación y de la coyuntura social y política que les toca vivir. Un mismo documento puede ser interpretado de maneras diferentes por distintos estudiosos. Más aun, la propia relación de acontecimientos puede ser ordenada de otra manera y un mismo periodo dar lugar a versiones contrapuestas. Historiadores, literatos y psicoanalistas comparten un terreno común, el de la experiencia humana. Valiéndose de metodologías diferentes la abordan para dar cuenta de ella, para indagar por sus orígenes, para recrearla, para explorar sus distintas manifestaciones, para aventurar hipótesis sobre su probable evolución, etc. La meta explícita o implícita parece ser la misma: comprenderla. El riesgo que se cierne sobre estos especialistas parece ser también el mismo: el de la imposibilidad de establecer un límite preciso entre lo narrado y lo acontecido,…


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